La teoría evolutiva
de la que voy a hablar en esta ocasión, fue establecida por Paul MacLean en la década de los 60, médico y neurocientífico americano, que establece diferentes partes cerebrales a nivel fisiológico y evolutivo. Cada una de ellas encargada de determinadas funciones, además de funcionar en conjunto
Desde la perspectiva de la Kinesiología, del comportamiento y del trauma, se observa el cerebro (y su actividad) en base a las tres divisiones establecidas por MacLean. De mayor a menor antigüedad, evolutivamente hablando, son:
Arcaico o Reptil – el más antiguo, con más de 400 millones de años, compuesto por el tronco encefálico y el cerebelo, es el centro que regula de manera autónoma el equilibrio fisiológico (respiración, control cardíaco, temperatura corporal, etc.), el comportamiento y los instintos de supervivencia (disociación/lucha/huida). Para hacernos una idea de su actividad y su presencia en nuestras vidas, se trata de la zona más rápida (250 veces más que el neocórtex, hogar de las funciones para el razonamiento lógico y la creatividad, por ejemplo), y llega a consumir el 90% de la energía del cerebro.

Límbico o Emocional – de unos 200 millones de años y compuesto por tálamo, hipotálamo, hipocampo, amígdala y ganglios basales; dirige en gran parte las emociones y el comportamiento, además de ser responsable de la memoria a largo plazo (hipocampo) y de las respuestas fisiológicas. Regula el sistema endocrino/hormonal (hipotálamo) y el Sistema Nervioso Periférico (el cual conecta los órganos con el Sistema Nervioso Central). Recuerdos asociados a emociones son registrados en esta zona del cerebro; en concreto, en la amígdala (también llamada el centro del miedo) y en el hipocampo. Es de esta zona donde se nutre, principalmente, el trabajo con la Kinesiología Emocional:
Una de las funciones más reseñables de esta zona del cerebro, desde la perspectiva de la Kinesiología Emocional, es la de analizar constantemente y de forma inconsciente (y subjetiva) el entorno, desencadenando respuestas adaptativas autónomas en función de los estímulos externos, con el fin de mantenernos dentro de unos márgenes de estabilidad óptimos para nuestra supervivencia. Es decir, que ante una amenaza (otra vez, subjetiva) se encarga de preparar nuestro cuerpo para afrontar dicha amenaza y así poder superar y/o adaptarnos a la misma. Estas respuestas pueden ser de tipo endocrina (control hormonal), motora, conductual, motivacional, o de cualquier otro tipo, dentro de las capacidades del Sistema Nervioso Autónomo, y cuyo objetivo a nivel fisiológico es el de recuperar el estado de equilibrio/homeostasis que necesita nuestro cuerpo para realizar las tareas biológicas básicas para vivir de una manera equilibrada. Es importante tener en cuenta que esta función lleva acompañándonos millones de años (desde que evolucionamos de reptiles a mamíferos, concretamente), por lo que las prioridades de qué es una amenaza y qué no lo es siguen siendo muy parecidas a las que teníamos en esta época antigua.
Neocórtex o Cognitivo – la más evolucionada, con unos 100 millones de años. El cerebro racional es el resultado del último de los saltos evolutivos del cerebro. La más distintivamente humana, dota de una gran complejidad al resto de funciones cerebrales; es decir, va más allá de los antiguos modelos de percepción y de comportamiento espontáneo de los sistemas límbico y reptil, dotando a la experiencia humana de la capacidad de comprender aspectos abstractos, razonar, imaginar, ser creativos…y por supuesto, aporta una nueva dimensión a nuestra vida emocional (aquí es donde la Kinesiología Emocional adquiere fuerza). También se puede observar como un amortiguador de los “rudos” métodos de las otras dos zonas cerebrales. Y es precisamente cuando este amortiguador no puede cumplir su cometido, cuando nos desequilibramos, acercando nuestras reacciones y/o comportamientos al de los animales.
Con toda esta información sobre la mesa, se pueden considerar a la amígdala y el hipocampo como las joyas de la corona en Kinesiología Emocional, ya que es aquí donde nuestro cerebro almacena, principalmente, los recuerdos a largo plazo (junto con sus emociones correspondientes) y de donde nacen las órdenes que causan las respuestas físicas que el cuerpo nos da durante el testaje en sesión.
Durante las sesiones, siempre se trabaja con el axioma de que el cuerpo es sabio, de que sabe lo que necesitamos en cada momento exacto, y de que posee la información de todo lo que nos ha ocurrido durante nuestra vida, aunque nosotros no seamos capaces de recordarlo en primera instancia. Esto se suma, además, con el hecho de que el cerebro es selectivo, y se encarga de «esconder» ciertas experiencias y emociones para protegernos.
La información que necesitamos está dentro de nosotros, esperando a que la encontremos.

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